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Cuando se lleva años siendo una de las economías más estables de América Latina, es común suponer que las políticas y decisiones tomadas en pro del progreso del país son las mejores. Cómo no pensar eso si vimos en el 2019 un crecimiento del 3.3% mientras que la región creció a -0.1%. Incluso nuestro crecimiento fue superior al de países como Estados Unidos (2.3%), España (2%), Reino Unido (1.4%) y Alemania (0.6%). Adicionalmente, la semana pasada Colombia fue confirmada como el miembro número 37 de la OCDE, un club de buenas prácticas en el que se busca alcanzar los más altos estándares en las políticas públicas; un grupo al que solo pertenecen 3 países de la región: México, Chile y ahora Colombia.

Sin embargo, detrás de nuestro éxito hay algo que siempre ha preocupado a políticos y académicos. Desde el inicio de nuestra historia como colonia española hasta el día de hoy, casi 500 años después, nuestra economía se ha basado tradicionalmente en la explotación y comercialización de materias primas. Durante años las exportaciones minero-energéticas han ocupado más del 40% de nuestra canasta exportadora llegando incluso, en algunos años recientes, hasta el 66% como sucedió en el 2012.

Y es precisamente esa falta de empuje en diversificar las exportaciones, lo que ha llevado a que desde la “apertura económica” de los 90s hasta hoy el índice de apertura comercial (exportaciones e importaciones como porcentaje del PIB) se haya mantenido relativamente estable; hoy es del 27.9% uno de los más bajos de la región.

Adicionalmente, y lo que es bastante preocupante, es que del total de las exportaciones, solo el 15% son manufacturas con algún grado de intensidad tecnológica, porcentaje que ha venido cayendo con el tiempo. Tenemos todas las herramientas y capacidades de mejorar y tecnificar nuestra industria, ¿Por qué no lo hemos hecho? Muy sencillo, la producción de materias primas se ha convertido en el camino fácil para conseguir nuestro desarrollo.

Hoy el precio de los metales ha caído cerca del 15% , el del carbón casi un 40% y el precio del barril de petróleo Brent es hoy menor a $30 dólares. Las materias primas atraviesan uno de sus peores momentos y con ellas los ingresos del país. Es por eso que esta crisis es una gran oportunidad para conseguir un desarrollo duradero.

El año pasado, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo con las garantías de la Nación, solicitaron un préstamo al BID cuyo destino es un programa que busca diversificar la economía colombiana basándose principalmente en impulsar las exportaciones de los Servicios Basados en Conocimiento (SBC) como los servicios informáticos, la publicidad, arquitectura e ingeniería y audiovisuales. Este es el momento apropiado para comenzar a impulsar estas políticas públicas,  hay que promover aún más la educación de técnicos y tecnólogos como lo ha hecho el Presidente Duque, hay que fortalecer la formación STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés) dentro de colegios y universidades y así permitir que la revolución digital llegue realmente a nuestro país.

En estos momentos de crisis donde el camino tradicional se ve fuertemente afectado, necesitamos movernos a la zona de aprendizaje y dejar atrás nuestra zona de confort, dejar atrás nuestra dependencia de las materias primas. Tenemos las herramientas necesarias, tenemos gente trabajadora, tierra productiva y sobre todo resiliencia. Necesitamos cambiar y cambiar no significa dejar atrás lo que somos, sino abrazar nuestras raíces y añadirles algo nuevo para ser mejores.